Frente al título de esta película, de entrada, me surge una pregunta: “Guillaume y  los chicos…”, entonces, ¿qué es Guillaume (G)?, ¿(G) no forma parte de los chicos?

(G), actor de teatro, aparece en el escenario y arranca la historia: su autobiografía. Se quita una mascarilla –que es una máscara–y entra con pasos lentos y firmes, lo que presagia una historia honesta… una historia que busca una verdad. Abre un abanico como lo hará con su mente a lo largo de la película. Todo lo que vemos a continuación son reflexiones y episodios que el actor, desde las tablas, va relatando y rememorando para el público. El “juego” alcanza grandes dimensiones, ya que el mismo (G) es el encargado de interpretarse a sí mismo en sus distintas etapas (infantil, juvenil y adulta), incluso es el responsable de darle vida a su propia madre. Es decir, que desde el primer minuto se rompe con cualquier posibilidad de sostener la ilusión de que las cosas “son como son”.

La sensación es la de estar asistiendo a una sesión psicoanalítica donde las asociaciones libres de (G) están impregnadas de elementos inconscientes: fantasías, sueños, actuaciones, recuerdos infantiles y actuales. Puede resultar confusa porque la narración no es lineal. Por lo tanto, haré un análisis intentando darle forma al vaivén de recuerdos que van surgiendo. Se entrelazan proceso primario y secundario, donde lo absurdo, lo sin sentido, lo burlón, lo imposible se imbrica con lo coherente, con lo posible y con lo, extremadamente, serio: lo humano.

Aparece la mamá que está leyendo un libro sobre seducción. (G) le habla sobre su primer amor: Ana. La madre no demuestra ningún interés, no despega su mirada del libro. (G) se sienta en una pequeña silla de niño seducido y la idealiza: “Eres bella, más aun cuando hablas español. Más bella que las secretarias de papá.” La brusca madre grita, no habla y maníacamente lo desprecia. Lo va controlando y castrando. Mientras le habla, se sienta en la poceta a orinar… ataque sádico uretral, proyectivo sobre la cabeza/poceta de un niño solo capaz de protegerse dando la espalda a la madre.

La película de Guillaume Gallienne, escrita, dirigida e interpretada por él, es una adaptación de la versión teatral y, a mi parecer, resulta una ilustración didáctica del Complejo de Edipo en una de sus variantes que llamaré: el Edipo trágico entendiéndose como aquel que presenta tropiezos importantes desde las etapas más primarias de la relación hijo (Guillaume)- Mamá.

(G) llega a Gibraltar donde Paqui le enseña a bailar sevillanas. Paqui, como mamá, le ensena a (G) –como si fuera mujer– a mover las manos y levantar la rodilla al igual que una chica que levanta su vestido. (G) se alegra cuando le dicen que baila como una chica: “No te imaginas lo contenta que se pondrá mamá”. Es la primera alusión clara al deseo de la madre, que (G) actúa.

“Chicos y Guillaume… ¡a la mesa!” -grita la mamá-. (G) manifiesta su amor idealizado a la madre: “Mamá no muestra sus sentimientos, no tiene ningún defecto, salvo estar de mal humor desde que nací”. Parece que ya para ese momento, no funcionaba la relación mamá-papá.

(G) imita los ademanes y la voz de la madre viéndose a un espejo: “¿tres horas para pedir una perrier y un café?”. Disfruta imitándola. La imitación puede entenderse como un mecanismo previo a la identificación o introyección del objeto por la que pasamos todos los seres humanos. (G) quiere ser como mamá, pero no desde lo amoroso sino desde lo hostil. La madre se mete en su mente violentamente vía identificación proyectiva (IP), controlándolo y confundiéndolo. (G) no sabe si es hijo/hija o la madre. Y ¿el padre? ¡Bien gracias! Este mecanismo y la forma en que actúa en la díada, se explicará en detalle más adelante.

En esta comedia, en la cual un mismo actor representa al hijo y a la madre, se ejemplifica la simbiosis: relación idealizada de (G) con Madame Gallienne, su madre, quien entorpeció su desarrollo infantil y juvenil. Ese lazo enfermizo obstaculizó su desarrollo emocional al punto de signarle una orientación sexual determinada, como si fuese un mandato dictaminado por ella a quien parece importarle muy poco la vida de (G) y la de todos los demás. Por una parte, la madre: narcisismo extremo y, por la otra, el esfuerzo de (G) para esclarecer su identidad sexual.

Lo curioso es que para todo el mundo –madre, padre, hermanos y espectadores– es más que evidente que (G) es homosexual: desde su forma de actuar, sus gustos, su manera de bailar y de vestir hasta la relación con su madre y otros potenciales clichés hacen que uno asuma eso. Su madre lo trata como una hija y nadie parece poner en discusión el asunto. Sin embargo, la abuela está menos engañada y le dice a (G): “Nunca te mientas a ti mismo, no usurpes a nadie”.

Probablemente, alguien pudiera pensar que (G) se identificó con su madre, se puso en el lugar de la mamá a quien tanto admira para lograr acercarse a su padre, entenderse con él y lograr su amor. Pero para eso tendría que renunciar a algo valioso, algo propio de su yo masculino. Este acontecer edípico no es el que se desarrolla en la película.

Aquí, el mecanismo de la “supuesta” homosexualidad es diferente. Es psicótico: (G) y su madre comparten un secreto. Como casi todo lo oculto, no está dicho en palabras, pero entre los protagonistas hay una complicidad inconsciente. En términos psicoanalíticos se logra este interesante fenómeno a través del mecanismo psicológico de la identificación proyectiva (IP) que usó desde muy temprano esta madre perturbada y así pudo “meterse” en una mente frágil y receptiva. Una mente de bebé que idealiza, donde los límites de la díada no están nada claros. Mediante la (IP), la madre proyectó su deseo de tener una hija en (G), quien es controlado, por lo que surge esta confusión entre el sujeto emisor (mamá) y el receptor (G) de la IP. Este mecanismo operó desde muy temprano y de manera permanente entre madre e hijo.

A su vez, (G) quedó atrapado y confundido en este deseo de la mamá por varios factores: por su deseo de complacerla y por ser, para mamá, el favorito de los hermanos; igualmente y, más importante: la “ausencia” de un padre que pusiera límites a esta locura materna y, al mismo tiempo, la “presencia” de un padre que lo mira extrañado y no está en capacidad de comprender lo que le sucede a (G), un padre que solo desaprueba. El padre que pudiera rescatar al hijo de esta “trampa” no ha aparecido.

En una de las primeras escenas, ya referida, en la que (G) idealiza a la mamá y la llena de elogios, le dice que es más bella que las secretarias de papá. La mamá no es feliz con el padre. No hay ninguna escena que muestre un vínculo sano entre la pareja de padres, no se comunican. Así pues, se podrían establecer dos hipótesis:

1. La mamá atrapa a (G) porque necesita una “pareja” que no tiene.

2. La mamá quiere vengarse de su marido infiel.

Habría que aclarar que el marido es homofóbico, por lo tanto, sufrirá más. Creo que la segunda hipótesis es más factible aunque no excluye la primera.

(G), en una escena de teatro, dice: “Todos caen en la trampa” al tiempo que se quita el cinturón de hombre y lo coloca al pie de la cama. Representa quitarse lo masculino. ¿Cuál trampa?: en la que la madre lo entrampó psicóticamente y de la que no sabe cómo salir. Enseguida comienza a hablar del padre: “Él no quiere que sea una chica, me da pena por mi mamá”. (G) está controlado por la madre, a quien complace, torciendo la realidad.

(G) es un chico y, en el primer encuentro con su padre, se coloca una bufanda a modo femenino. Llega a un restaurante donde todos lo observan. El padre le dice: “¿Ahora te vistes como un caledoniano?”. Podría pensarse que el padre prefiere verlo como a los hombres escoceses –que usan faldas– pero cuya hombría y masculinidad no se ponen en duda. (Es necesario aclarar que los romanos se referían a lo que hoy es Escocia como Caledonia). Es esta la primera vez que la pareja de padres están juntos en escena. La madre parece complacida con la perplejidad paterna.

En la peluquería, (G) y mamá frente a un espejo. El peluquero corta y peina el cabello de mamá y el de (G), pasando alternativamente de un sillón a otro. (G) se hace un peinado como el de mamá. Luego, ocurre un segundo encuentro, en una mesa familiar con el padre. Distante y negador de lo que ve en el hijo, le pregunta: “¿Qué deporte quieres hacer? ¿Fútbol, lucha greco-romana, judo, atletismo, boxeo?”. El padre golpea la mesa con furia, es el “golpe” y la torpeza del que no puede entender –¿cómo identificarse con un padre así?–. (G) no contó con una pareja de padres suficientemente sanos para conocerse, saber quién es, ser. Puede decirse que la pareja no existe. Pero, (G) se conocerá por sí mismo.

Una escena/fantasía es sumamente esclarecedora del conflicto en la díada: (G) se representa a sí mismo como Sisi, también a la madre de Sisi/(G), la archiduquesa Sofía. La mamá severa la examina, la desaprueba y decreta: “Serás la emperatriz de Austria”. Sisi se niega: “No aguanto más la etiqueta” a lo que la madre responde: “No encuentro el amor y la ternura que necesito, basta de autocompasión”. Entra el padre en escena y Sisi/(G) se arrodilla y le dice: “Llévame al bosque”. ¿Cómo se podría interpretar? La mamá ataca sádicamente a (G) con su (IP), intenta confundirlo, imponiéndole una etiqueta, un ser (homosexual/emperatriz de Austria). La mamá hace esto porque no encuentra el amor en el padre/pareja. De esta forma se venga del padre por partida doble: marido-infiel y padre-homofóbico de un homosexual al usar,cruelmente, a (G) que no sabe cómo pedir auxilio a un padre autoritario, homofóbico y sordo. (G)/Sisi se arrodilla y pide auxilio al padre: “Llévame al bosque”, es decir, “sácame de esta relación”.

Se pasa de la fantasía a la realidad… cuando el padre lo ve disfrazado de Sisi en su habitación de la casa paterna, justifica la ropa que lleva puesta. Alude al frío: ¿frío por miedo?, ¿frío por soledad?

A (G) lo mandan a un internado de varones donde es humillado por sus compañeros: “Feliz cumpleaños al maricón más grande del mundo”. Ahí (G) se dará cuenta de algo que le parece muy raro: ve a los compañeros masturbándose en la habitación compartida, uno de ellos en “coito con el colchón” y (G) piensa: “No da ganas de ser una chica solo con estar en el lugar del colchón”. Se va viendo como su objeto de deseo… no es un chico; también, como su identidad de género no está clara, hay confusión. En varias escenas la madre “aparece” donde está (G), persecución psíquica-simbiosis. De uno de los cubículos del baño del instituto, sale trajeada de gala y arremete como siempre con su agresión sádica, en este caso, verbal: “En un internado no mataron a nadie–como dice tu papá–… no seas llorón”.

En el Rorschach ve a dos ratas comiéndose: vínculo introyectado y proyectado en la figura de la pareja de padres. La mamá le dice a (G) en la peluquería que comparten: “Los psiquiatras dicen que eres un narcisista que dramatiza demasiado”. ¡Vaya proyección materna!

Es enviado a Inglaterra. Allí consigue un lugar tolerante, amigable sin persecución: “Donde la gente camina con una calabaza en la cabeza o saca a pasear a los pavos con una correa”. Este lugar le permitirá pensarse.

En el vaivén de sus recuerdos, regresa a la casa paterna y ve al padre desnudo dándole la espalda y (G) le habla como si fuera la mamá. El padre responde molesto, nuevamente la relación papá-mala rabiosa. El padre voltea y se da cuenta de que es (G);este, a su vez, piensa: “Vi en sus ojos que entendió que yo era una niña”. Proyección en el padre, que expresa el deseo de complacer a mamá. Sale de la habitación del padre y huele con inspiración profunda su chaqueta de cazar, un intento de introyectarlo.

(G) comienza a observar a todas las mujeres: “Todas tienen algo maravilloso”. Va “despegándose” de la simbiosis e idealización con la mamá, que ya no es única… hay otras mujeres. Continúa: “Es genial, lo que más diferencia a las mujeres entre sí es su respiración, todas esas respiraciones que hacen latir mi corazón al unísono”. Regresa al contacto más primario con la madre, respiración-corazón.

Después, (G) conoce al inglés Jeremy, amigable. Este lo abraza. La primera figura masculina receptiva. Jeremy se acerca nadando hacia su novia para besarla y (G) cree que lo besara a él. (G) se cae vestido en la piscina. Esta escena representa el nacimiento (elemento agua presente en esta y la siguiente escena) de algo nuevo en la mente de (G): el vínculo amoroso entre un hombre y una mujer. Más tarde, los ve en copula bajo la lluvia. (G) presencia la escena primaria y, como en un sueño, emerge ahogado de una piscina en Marruecos. Llora mostrando el dolor de la exclusión… de lo que parece ser un Edipo negativo (ama al padre y odia a la rival madre). Sin embargo, creo que llora por el abandono paterno, del cual fue objeto él y la madre. Ve al padre-Jeremy con la novia-secretaria. Actúa, en su confusión, el llanto de la madre. Madre cuyo llanto es la rabia, la violencia. La madre le dice: “No llores” y, automáticamente, como robotizado cumple la orden. El poder de esta madre sobre lo emocional en (G) esinmenso.

(G) comienza a salir del amor simbiótico con la madre al sentir amor por el padre-Jeremy. Frente a frente con la madre, ella le dice: “Muchos homosexuales son felices”. (G) se pregunta: “¿De qué me habla? No soy homosexual. Una chica atraída por un chico es lo más heterosexual que existe”. Esta secuencia hace estallar la supuesta correspondencia entre identificación sexual y elección de objeto – “¿Pero qué dice? ¡Si yo soy una chica!”. Momento de desconcierto total.

Por momentos, parte de la trama es una acumulación de chistes burdos. Estos pueden interpretarse como cualquier elemento de lo inconsciente (por ejemplo, un sueño), conociendo la historia del personaje. (G) piensa que ya que no es una chica y debe ir al servicio militar. En toda esa escena, en la que (G) intenta entrar al servicio militar, se burla de los doctores que lo evalúan, los engaña, no los toma en serio. Lo entiendo como una figuración de su deseo inconsciente de burla y ataque contra el padre-militar.

Lo refieren a tratamiento analítico y, de nuevo, el padre burdamente machista es también el psicólogo imbécil que le indica que se masturbe con gesto de cómo hacerlo o el psicólogo-padre que no escucha ni ve, que se queda dormido en la sesión. La madre fálica es también representada en la psicóloga con ademanes masculinos.

Termina en un SPA en la Baviera y se encuentra con dos masajistas: el primero un hombre rudo, violento. Más que un masaje le da una golpiza. Es otra representación del padre que a través de “malos tratos” intenta ayudarlo con su “problema”. La segunda, una masajista que llama mucho la atención de (G), lo seduce con sus atributos femeninos, como hizo su madre, para luego convertirse en una torturadora sádica. La escena del enema colocado por la masajista, representante materna fálica que domina y penetra sádicamente a (G) por el ano con un tubo (sadismo anal), es uno de los componentes de la fantasía de identificación proyectiva junto con el sadismo oral que, igualmente, son evidentes en todas las escenas en las que aparece la mamá. Es interesante observar que el cambio de la masajista –de ser cariñosa y amable a ser sádica– se produce justo cuando (G) le pregunta a la masajista por su padre. Ella responde que se fue, que la abandonó. Una figura masculina también se separó y abandonó a la madre de (G). Otro dato que re-afirma la hipótesis del origen de la rabia de la madre y el objeto al que la dirige, a (G).

Solo un psiquiatra lo escucha y contiene en el único momento en que (G) muestra violencia: expresa su rabia transferencial al padre, con la casi destrucción del consultorio del analista, por lo tanto, ataque al analista-padre. El doctor le dice: “Usted se ama tan poco”. Aparece la madre sentada en el diván, es ella la que lo ama muy poco.

Una de las tías, la que vive en Marruecos, lo ayuda también a salir de su confusión: “Prueba a ver qué pasa”. (G) va a un bar gay y conoce a un hombre con el que intenta tener relaciones sexuales que finalmente no se consuman; después, se encuentra con un hombre rubio e igualmente no llegan a nada.Los dos intentos le indicaron que los hombres no son el objeto de su deseo. Pero algo muy esclarecedor ocurrió en el segundo intento. Cuando vio desnudo al hombre rubio, aparece la madre que también es una parte de él mismo y le dice: “Siempre te dieron miedo los caballos, esto no puede resultar”. (G) había desarrolladoun miedo (fobia) a los caballos. (G) consiguió desviar su hostilidad y su miedo a la madre-fálica colocando el aspecto persecutorio de ella (aparece por todas partes -lo persigue-) en un objeto fálico, con un gran pene: el caballo/pene enorme que, como parcialidad-pene, representa a la madre-caballo. De este modo, (G) pudo proteger y dejar a salvo la idealización materna y colocar lo persecutorio bien lejos de Paris: en un caballo.

(G) dominará su temor a los caballos, un temor que oculta detrás de la figura de la madre, al inscribirse en una escuela de equitación: “La única forma de dominar el miedo es domesticar al objeto del miedo y el objeto que más me da miedo es el caballo”.

Se encuentra con un instructor que funciona como un objeto contenedor con una muy buena función reverie, un hombre en quien confiar: “No te preocupes, puedes hacerlo. Anda, ya no eres un niñito de ocho años y medio, ata las riendas, ahora suéltalas, suelta los estribos, cierra los ojos, confía en el animal”. (G) abre los brazos y galopa libremente. Esta escena representa una parte muy importante del proceso por el que tuvo que pasar (G) para perder el miedo a lo agresivo de madre-mujeres. Contó con un padre-instructor en quien confiar.

En una escena siguiente, en la casa de una amiga, (G) conoce a la mujer más guapa: Amandine. El único hombre es (G). La amiga los invita a la mesa y dice: “Guillaume y las chicas… ¡a la mesa!”. Ya no tenía miedo. Luego, visitó a la mamá para decirle dos cosas. La primera: “Voy a escribir una obra acerca de un chico que aprendió a aceptar su heterosexualidad en una familia que lo creía homosexual”. Aquí la confusión es ahora de la madre, ya (G) no se identifica con esa proyección de la mamá que le pide: “Ayúdame a despejar la mesa”, la mamá necesita despejarse. Sigue insistiendo en la (IP) sobre (G) pero este ya no la recibe; incluso le llega a decir:“Eres un homosexual arrepentido”.

Ahora se pasa a una escena que tiene lugar en el teatro. La película tiene una resolución sorprendente. El desenlace plantea un notable giro, sin que (G) pierda la sonrisa al encontrar su verdad. Pone broche de oro, al final, con un monólogo psicoanalítico que como una reconstrucción intenta organizar todo lo vivido en la relación con su mamá y con su identidad sexual. En medio del monólogo, ve a la mamá entre el público, pero ya la mamá no es representada por (G), es una mujer in-diferente. Ya está dada la separación psíquica-física cuando vemos a la madre fuera del escenario confundiéndose entre el público. Ya está dada la separación plena. Este monólogo es esclarecedor y me interesa resaltar que la integración predomina. (G) puede ver todo lo bueno de la madre y también con sarcasmo (manera de expresar la molestia o la rabia de manera elegante, disfrazada) le dice unas cuantas verdades. Por ejemplo: “Quiero decirle que gracias a ella estoy aquí, pero no puedo, porque si lo hago voy a llorar y los chicos no lloran. Si le digo eso se va a sentir incómoda porque mi madre es muy púdica. Aunque me diga “mi querida” ella sabe que soy un chico. Aunque hayamos fingido lo contrario ella y yo, porque nos convenga a ambos”. Tú-mi mamá pasa a ser Ella-mamá-publico.

Después, de regreso a la casa materna –la madre ya está diferenciada, es otra mujer–, (G) le dice a su mamá la segunda cosa: “Amandine y yo nos amamos y nos vamos a casar”. La locura, la confusión es, otra vez, de la mamá que pregunta: “¿Con quién?”. La confusión surge en la mamá, porque ya no tiene en quién proyectar, mucho menos tiene a alguien que reciba su locura, por eso, la vemos en ella.

(G) sale del teatro, se acabó la confusión a través de un proceso de elaboración… Se encuentra con un ramo de flores y una tarjeta que dice: “Te deseo mucha mierda. Mamá” (sadismo anal de mamá). Vemos, claramente, cómo la bella-flor-mamá, idealizada por (G), desde el principio hasta el final lo único que escondía era mierda.